Conversaciones con Dios I - Reseña crítica - Neale Donald Walsch
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Conversaciones con Dios I - reseña crítica

Conversaciones con Dios I Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Espiritualidad y mindfulness

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: DEBOLSILLO

Reseña crítica

En un momento difícil de su vida, el autor experimenta un acto divino: conversar con Dios. A través de su mano, el Señor escribe pensamientos y responde preguntas que desmitifican varias cuestiones impuestas por la Iglesia a lo largo de los siglos. Las páginas de este libro incluyen la transcripción de esa conversación, y este microlibro te permite acceder a los puntos más importantes. ¡Ve con fe!

Un diálogo divino

“Este libro no está escrito por mí; me sucedió a mí”. Con esa frase, Neale Walsch expresa su propio asombro ante el milagro que comenzó en la primavera de 1992, así como su intención de compartirlo con el mundo.

Su conversación con Dios abarca la mayoría de las preguntas que alguna vez hemos hecho sobre la vida y el amor. A continuación, intentamos recoger los aspectos más relevantes de este diálogo divino.

La primera pregunta que Walsch introduce es de qué manera se comunica Dios, y con quién: sencillamente, se dirige a todos, todo el tiempo. Lo hace a través de sentimientos, pensamientos, experiencias y, en último lugar, la palabra.

De hecho, señala que suponer que Dios se dirige únicamente a personas especiales le quita la responsabilidad de escuchar al resto de la gente.

Respondiendo a otra polémica, Dios deja en claro que no tiene una figura que las personas podamos comprender, cualquier forma que adopte podrá ser refutada por los escépticos. A pesar de eso, se presenta constantemente ante nosotros a través de la naturaleza y todo lo que nos rodea.

Sobre las oraciones, Dios menciona que no podemos usarlas como súplicas. Lo correcto es agradecer por adelantado lo que deseas experimentar. Así, reconoces que ya tienes eso en tu vida. Con fe, lo conseguirás.

Ten en cuenta que el Señor presta atención al pensamiento que se encuentra detrás de tus deseos, detrás de tus pensamientos. Lo llama “Pensamiento Promotor”, del cual existen apenas dos variantes: el amor y el miedo. Sí, todo lo que deseamos, aspiramos o sentimos en esta vida está guiado, muy en el fondo, por un sentimiento de amor o de miedo. Todos los demás provienen de ellos. Siempre ha sido así y siempre lo será.

Siempre pasamos de una emoción a la otra, del miedo al amor y del amor al miedo. Para quebrar este ciclo, debes ser capaz de definir quién eres y en qué crees. Según las palabras redactadas en este libro, sólo entonces podrás afirmar que eres feliz.

El secreto más profundo de la vida

Entre las declaraciones difíciles de digerir para más de un creyente, Dios dijo a través del autor que Él es quien observa, no el creador. Nos creó a su imagen y semejanza, pero fuimos nosotros quienes creamos el resto de las cosas a través del poder que Él nos dio.

Dios no tiene una preferencia sobre cómo debes vivir tu vida, ni le importa lo que haces con ella. Es complicado escucharlo, ¿verdad? Al mismo tiempo, Dios quiere protegerte y, como muestra de su sabiduría, puede indicarte el camino adecuado, pero no obligarte a tomarlo. Esta dicotomía, que implica no preocuparse profundamente por el proceso y sí por el resultado, es la que se acerca a la descripción de la dicotomía de Dios.

Sin embargo, todos dudamos sobre ese resultado final que el Señor considera asegurado. Y es esa duda la que crea el miedo que mencionamos antes.

Como sociedad, no paramos ahí: creamos una ideología entera alrededor del amor, pero basada en el miedo. Colocamos encima de nosotros a un Dios vengativo y temible, y extendimos este pensamiento durante siglos, hasta el día de hoy.

Gran sorpresa: Dios no es rencoroso ni quiere tu sufrimiento. No existe un infierno esperándote si no sigues sus enseñanzas de manera rigurosa. El autor retoma esto más adelante.

Tu único propósito en esta vida, relata el libro, es que puedas experimentar la gloria absoluta. No hay otra cosa que tu alma pueda o quiera hacer. Y prepárate, porque esto es revelador: el gran secreto es que la vida no es un proceso de descubrimiento, sino un proceso de creación.

Con el camino de autoconocimiento que debes tomar, no te estás descubriendo a ti mismo, sino creándote desde cero. En lugar de intentar descubrir quién eres, elige quién quieres ser.

En realidad, tu alma ya sabe todo lo que necesita saber, pero eso no es suficiente. Necesita experimentarlo. Entonces, por más que te consideres alguien gentil, sólo cuando realices un acto generoso podrás comprobarlo y sentirte bien al respecto.

Las tres Leyes Universales

“El mundo existe de la forma en que lo hace porque ustedes así lo han elegido”. Dios le señala a Neale que, como humanidad, podríamos acabar con el hambre, las guerras y las enfermedades. Simplemente no lo hacemos porque existen partes interesadas en que esos sufrimientos continúen. Nuestros problemas siguen ahí, básicamente, porque no podemos ponernos de acuerdo.

El Señor incluso le menciona algo que muchos religiosos considerarían una blasfemia: “dejen de lado sus inútiles tabús y sus restricciones sobre la energía sexual; mejor, ayuden a otros a comprometer mejor su maravilla y a canalizarla adecuadamente”.

Sobre la existencia de los males del mundo, Dios menciona que hay perfección en el proceso y toda la vida surge de la elección. Por lo tanto, no es apropiado cuestionarla. Debes estar pendiente de las decisiones de los otros, sin juzgarlas, pero estar dispuesto a ayudarlos si llega el momento en que perciban que necesitan tomar una elección más elevada.

Bendice a cada persona y condición, y agradece. Así afirmarás la perfección de la creación de Dios y demostrarás tu fe en ella.

Retomando la cuestión del infierno, lo define como la experiencia del peor resultado posible de tus elecciones y creaciones; la insatisfacción, saber qué y quién eres y no experimentarlo.

No existe una experiencia después de la muerte como la hemos construido en nuestras teologías basadas en el miedo. Creamos nuestra experiencia cuando separamos nuestro “Yo” de nuestros pensamientos más elevados sobre nosotros mismos.

A medida que el diálogo avanza, Dios le explica a Walsch que escribió tres Leyes Universales que rigen toda nuestra realidad. Son las siguientes:

  • El pensamiento es creativo: puedes ser, hacer y tener lo que sea que puedas imaginar. Tu pensamiento es el padre que da vida a todas las cosas.
  • El miedo atrae energía similar: lo que más temes es lo que más te acosará.
  • El amor es todo lo que hay: el sentimiento de amor es tu experiencia de Dios.

La enseñanza más grande que nos dejó Cristo no fue que tendremos vida eterna, sino que ya la tenemos.

El bien y el mal

Según el libro, no existe lo que llamamos correcto e incorrecto. Sólo se trata de ideas, y únicamente a través del mal puedes identificar al bien. A los ojos de Dios, todo es “aceptable”. Porque, ¿cómo podría Dios negar lo que es? Rechazar algo es negar su existencia.

Sin embargo, debes conservar tus creencias y mantenerte fiel a tus valores, porque forman parte de la estructura de tu vida. Perderlos sería deshacer la trama de tu experiencia. Lo que sí puedes hacer es examinarlos y modificarlos cuando ya no te sientas identificado con ellos.

Tus valores no están ni bien ni mal, son sólo juicios. Si funcionan para ti, defiéndelos, aunque de forma que no causes daño a los demás.

Dios menciona también que no quiere ni necesita nuestra adoración y obediencia. No tiene necesidades, pero sí deseos. En concreto, describe tres:

  • Experimentarse a sí mismo, en toda su gloria, y saber quién es.
  • Que sepamos y experimentemos quiénes somos en realidad.
  • Que todo el proceso de vida sea una experiencia de alegría constante, creación continua, expansión infinita y una realización completa en cada momento presente.

Esos deseos se están realizando en este momento. Por más que no lo puedas notar, Él sí lo hace.

El propósito del alma

Somos seres de tres planos: cuerpo, mente y espíritu. Estos tres aspectos son en realidad energías. Juntas, producen un resultado, al cual llamamos sentimiento o experiencia. Nuestra alma es la suma total de cada sentimiento que hemos tenido. La conciencia de alguno de ellos es llamada “remembranza”.

Cuando conseguimos reensamblar todas las partes que nos componen, habremos remembrado quiénes somos en realidad.

Las acciones son palabras en movimiento. Las palabras son pensamientos expresados. Los pensamientos son ideas que se forman. Las ideas son energías que se unen. Las energías son fuerzas liberadas. Las fuerzas son elementos que existen. Los elementos son partículas de Dios, porciones del Todo, de lo que todo está hecho.

El principio es Dios, el final es la acción. Por más que nuestra alma sea consciente de todo esto -como ya fue mencionado-, necesita experimentarlo. Por eso fue necesario que dejáramos nuestra conexión con Dios para poder experimentarla al crearla desde cero.

A pesar de las dificultades que percibes en tu vida, referidas al dinero, la enfermedad, el éxito profesional y las relaciones, Dios señala que eres el único capaz de hacer que tu vida “despegue”.

Todo lo que ves en el mundo, incluso, es el resultado de tu idea sobre ello. La perspectiva importa. ¿Quieres que tu vida mejore? Cambia tu idea sobre ella y sobre quién eres.

Si todos fuéramos capaces de tener esa claridad, muy probablemente -señala el autor-, podríamos terminar con el odio, el miedo, la intolerancia y la guerra.

El alma tiene un propósito muy claro, que va más allá de los logros del cuerpo y el desarrollo de la mente. Percibe de manera diferente la vida y la muerte. Busca el sentimiento, no el conocimiento.

Para que tu alma pueda experimentar el amor perfecto, debe experimentar cada sentimiento humano. El propósito del alma humana es experimentarlo todo para que pueda serlo todo.

Los diez compromisos

En el texto, Dios admite que en realidad no existe tal cosa como “Los Diez Mandamientos”. ¿Por qué debería mandar a alguien? Todo lo que Dios quiere, es. ¿Por qué, entonces, es necesario mandar a alguien?

La lista antológica existe, pero sus frases deben interpretarse como compromisos, porque la palabra de Dios es un acuerdo. Asumiéndolos, sabrás que has tomado el camino hacia el Señor. Repasemos la lista:

  1. Amarás a Dios con todo tu corazón, mente y alma.
  2. No usarás el nombre de Dios en vano.
  3. Recordarás tener un día para Dios y lo llamarás sagrado.
  4. Honrarás a tu madre y a tu padre.
  5. No matarás.
  6. No mancharás la pureza del amor con deshonestidad ni engaños.
  7. No robarás.
  8. No mentirás.
  9. No desearás a la pareja de tu prójimo.
  10. No codiciarás los bienes de tu prójimo.

Éstas son tus libertades, no tus restricciones. Dios no ordena sobre sus creaciones, simplemente las orienta para que lleguen hacia Él.

También deja en claro que no existe algo como “entrar al cielo”. Sólo existe el conocimiento de que ya estás ahí. La iluminación es la comprensión de que no hay a dónde ir, nada que hacer y nadie quien debas ser, excepto exactamente quién eres ahora mismo. No debes aprender, sino recordar.

Aunque esta iluminación sí te pide que conozcas algo que no has experimentado y lo pruebes. Conocer abre la puerta de la experiencia.

El propósito de la vida, concluye Dios, no es llegar a algún lado, sino notar que ya estás ahí y siempre lo has estado. Tu propósito es crear quién y qué eres, y luego experimentarlo.

Notas finales

Según el relato de Dios, todos somos tres seres en uno: cuerpo, mente y espíritu; y creamos pensamientos, que luego se transforman en palabras, que a su vez generan acciones. La clave de este proceso de creación es sentirse agradecidos. Rechazar cualquier cosa que hayas creado es rechazar una parte de nosotros.

Este diálogo divino puede resultar revelador y, como el autor se encarga de aclarar, ser interpretado como blasfemo. Sin embargo, presenta a un Dios comprensivo y tolerante, dispuesto a ayudarnos en nuestro camino; características que ya esperábamos encontrar en el Señor.

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